miércoles, 5 de diciembre de 2007

Teotihuacán

CERAMICA


La expresión mas evidente del paso de las generaciones y pueblos que habitan este sitio a tan solo 50 Km. al noroeste de la ciudad de México son los restos arqueológicos de la ciudad y las innumerables piezas de fina cerámica esparcidas por el mundo; el centro ceremonial trazado como un gran símbolo de dos ejes no se detiene en lo exterior y crea su microcosmos de vasijas y objetos ceremoniales que ensayados por siglos alcanzaron la perfección. Es así que la ciudad contenía barrios especializados de artesanos que proveían a la ciudad y a zonas alejadas como Oaxaca y Yucatán.



En la alfarería hay en general una gran variedad de formas, técnicas decorativas y diseños geométrico, como la policromía, el negativo, vasijas trípodes con soportes emomentales, estuco seco pintado e innumerables figurillas de barro cocido para ofrendas; con la cerámica de color rojizo o bayo hacían ollas, cuencos y botellones para los hogares principalmente; la de color negruzco eran cuencos trípodes con soportes ornamentados, así como cántaros, platos, tecomates, copas con una base alta y anular, botellones zoomorfos y antropomorfos y vasos y ollas con vertedera.

Después se hizo cerámica de color rojo pulida en forma de vasijas con efigies y vertedera, vasos en base plana y cuencos de silueta compuesta; algunas de estas piezas de cerámica roja se hicieron sobre color amarillo como, ollas y planos trípodes con soportes bulbosos; en algunas partes se ha encontrado cerámica de color blanco de un aspecto muy sucio que posiblemente fue usada en los hogares. Las técnicas para usar la cerámica se fueron perfeccionando y se hizo cerámica policroma que tenían como base los colores blanco, café amarillento y rojo; el color blanco lo utilizaban para hacer decoraciones y diseños gráficos; y también se hizo “cerámica con pintura en negativo dentro de coloraciones naranja, rojo o café oscuro que contrastan con un fondo amarillento”.
La mayoría de los instrumentos utilizados estaban tallados en piedras tales como cinceles, navajas, cuchillos, raspadores, perforadores, etc.; había dos tipos de cerámica, de tipo utilitario como el uso domestico y aquellas de uso ceremonial y la importada como la llamada “anaranjada delgada” al parecer traída de alguna región de Puebla; La cerámica que más predomina es un tazón con base anular y paredes finas, así como vasijas y urnas.



Jaguar, Teotihuacan, estado de México. Tecalli.

PINTURA Y ESCULTURA

En la época de la gran escultura en piedra, tanto en figurillas aisladas como en formas decorativas. Las esculturas de Teotihuacan representan figuras, símbolos de animales y de plantas como las serpientes, conchas, parojas, de las cuales las más hermosas son las mascaras del Templo de Quetzalcoatl los frescos murales constituyen un aspecto de singular importancia principalmente en el templo de la agricultura y en los edificios de Tetitla y Tepantitla entre ellos el llamado Paraíso de Tlaloc.

La pintura Teotihuacana tuvo un gran desarrollo y solo se conserva de ella algunos fragmentos en los muros que fueron pintados al fresco y al temple, sobre todo en colores como el rojo, el amarillo el verde que brillan todavía al sol. Estas pintura representan escenas de tipo religioso, de la vida diaria y de su mitología; en el Templo de Tepantitlan esta representado el ciclo del agua o de la lluvia, en la que se encuentra el dios Tlaloc surgiendo del mar rodeado por sacerdotes que le presentan ofrendas, conocido como el paraíso del Tlaloc. En algunas pinturas murales y en los vasos de cerámica se han encontrado una especie de glifos que demuestran que tenían una forma de escritura pictografíca. Con la pintura Teotihuacana podemos conocer muchos aspectos religiosos y de su pensamiento en que los colores habían adquirido un valor simbólico como por ejemplo, el verde era relacionado con las gotas de lluvia o de rocío y con la nueva tierra y a vegetación que brotaba año con año; y el rojo simbolizaba la sangre que era un liquido muy preciado.


Xochiquétzal en mural de Tepantitla.



La escultura Teotihuacana es geométrica, austera y rectangular; esta siempre estuvo subordinada a la arquitectura, algunas de las esculturas que se conservan son la de Chalchiuhtlicue, diosa del agua que se encontró en 1860 en el patio del Templo de la Luna, que es una enorme cariátide maciza de basalto que mide mas de 3 metros de altura y esta esculpida en bajorrelieve compuesta por cuadros y rectángulos y esta vestida por un faldón, un huipil o blusa, adornada con grandes pendientes redondos y la cabeza sostiene un gran bloque rectangular que es típico de la escultura rectilínea; también se conservan bajorrelieves hechos en frisos y pilastras.

Hacían mascaras rituales de piedra pulimentada tallada en Jadeita, alabastro o serpentina, de las cuales algunas parecen verdaderos retratos y se cree que se colocaban en los rostros de los difuntos o sobre la tumba o fardo funerario que contenía el cuerpo. Las construcciones no tenían muchas esculturas excepto el Templo de Quetzalcoatl en el que hay paneles verticales y taludes oblicuos adornados con bajorrelieves y cabezas que son representaciones de Tlaloc dios de la lluvia; La flechada tiene grandes cabezas de serpientes emplumadas que representan a Quetzalcoatl y en los taludes hay varias serpientes onduladas.




ARQUITECTURA


Los Teotihuacanos se manifestaron, ante todo, como grandes arquitectos e ingenieros; no solo lo vemos en la magnitud de su concepción urbanística, fruto de una sociedad muy evolucionada -el riguroso trazo de su centro ceremonial, la orientación de sus principales edificios, la canalización del río, y la existencia de servicios públicos tales como redes de desagüe, baños colectivos, centro administrativo, talleres, mercado, teatros, juego de pelota, etc. sino que este don de constructores aparece también en una serie de elementos creados o perfeccionados por ellos. Así tenemos, desde la pirámide del Sol, el principio de anclaje destinado a retener el recubrimiento de los taludes, así como las alfardas, los contrafuertes y los grandes desagües pluviales.

La pirámide de Quetzalcóatl presenta un sistema reticular de contrafuertes interiores y se recubre con piedra perfectamente labrada y ajustada; tanto las esculturas de bulto como los tableros están fuertemente anclados en el cuerpo del basamento piramidal, a tal punto que la fachada que fue sepultada bajo una construcción posterior sigue siendo hasta la fecha la mejor conservada. El cuerpo adosado a la pirámide de la Luna muestra, tanto en la alfarda como en los escalones, un ingenioso corte de las piedras que se ajustan una con otra para obtener mayor rigidez y evitar deslizamientos; los edificios suelen erigirse sobre una cimentación muy firme; numerosos muros de mampostería que generalmente se engruesan en talud en la parte inferior, presentan refuerzos internos de madera en forma de parrilla, de rejilla o de castillos, o actuando desde el exterior como contrafuertes empotrados; los muros y pisos interiores o exteriores están cubiertos de sólido concreto a base de polvo de tezontle y cal; aparecen también algunos pisos de mica...

Y como uno de los principales factores para el desarrollo de la arquitectura mesoamericana, se generaliza en esta ciudad el uso del pilar de mampostería que sirve de apoyo al clásico techo plano, todavía empleado en muchas regiones del altiplano mexicano. Estos elementos arquitectónicos, que permiten espacios interiores de mayor amplitud, no fueron adoptados por los mayas no obstante de ser contemporáneos y en muchos aspectos fuertemente influidos por los teotihuacanos, sino hasta la época postclasica. Lo veremos, en cambio, usados por los zapotecas y totonacas. Y en Teotihuacán, dondequiera que se hacen excavaciones alrededor del centro ceremonial, surgen ruinas de palacios, con los arranques de sus pilares y de sus muros que conservan a menudo restos de pinturas; de los techos, salvo algún caso, quedan sólo cenizas que atestiguan el incendio que destruyó parte de la ciudad allá por los años 650 D.C. Estos palacios teotihuacanos se componen generalmente de patios hundidos alrededor de los cuales están dispuestos pórticos cubiertos o descubiertos, a los que se accede mediante escaleras bordeadas del clásico tablero. Algunos de estos patios comunican entre sí por medio de claros abiertos en sus ángulos, mientras que otras habitaciones abren hacia un pequeño impluvium. A ambos lados de las jambas de las puertas, se empotraban a menudo unos juegos de pequeños anillos de piedra que servían para colgar mantas u otras protecciones. Y las cornisas de los techos, en forma de tablero, solían rematar con almenas decorativas, modeladas en barro o labradas en piedra.

Desde fines de la segunda época, Teotihuacán desplegó sin duda una actividad edilicia muy febril, pues los palacios de las zonas residenciales, al igual que algunos templos, muestran innumerables huellas de remodelación y superposición, y es muy común encontrar, debajo de los restos de un palacio de la última época, varias etapas anteriores de construcción, con sus redes de desagüe, sus pisos en buen estado de conservación, sus patios blancos, y parte de sus relieves y pinturas murales.

Y como ninguna otra ciudad arqueológica, Teotihuacán es rica en pinturas. Aparte de los diseños de sus sellos de barro, aparecen pinturas al temple, según algunos autores, al fresco; ocasionalmente en objetos tales como la concha de mar y muy especialmente en la cerámica ritual, así como en la pintura mural. esta última, de una paleta y estilos inconfundibles, que va desde lo simplemente decorativo guirnaldas de flores y frutas, frizos de volutas entrelazadas y motivos marinos, chalchihuites o cuentas de jade, representaciones de agua, etc.- hasta lo mitológico y lo descriptivo. Abundan los frisos de coyotes y de jaguares con sendos penachos de plumas, tocando aveces los grandes caracoles de mar igualmente adornados con plumas; los frisos de aves, los sacerdotes ricamente ataviados, representados generalmente en procesión o en medio de entrelace decorativos.
Algunas escenas anticipan el estilo de los pocos códices o manuscritos indígenas conocidos, entre los cuales infortunadamente no figura ninguno de origen Teotihuacano. Al igual que ciertos motivos de la cerámica ritual y de los bajorrelieves, algunos signo o glifos, parecen referirse a un sistema aún no identificado de escritura glífica y permiten suponer que, como sus contemporáneos los zapotecas y particularmente los mayas, los teotihuacanos conocieron la numeración y el calendario ritual: "algunos de los signos esculpidos sobre piedra o pintados sobre las paredes son, sin duda, fechas que registran importantes acontecimientos hist6oacutericos que... no se han podido interpretar hasta ahora". Y se queda un admirado al descubrir cómo, en el arte de Teotuhuacán, arte religioso por excelencia, todo se encuentra sometido a un proceso de abstracción que transforma las cosas en símbolos de alto contenido poético.


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